“El órgano del gusto no es la lengua, sino el cerebro, un órgano culturalmente […] determinado por medio del cual se aprenden y transmiten criterios de valoración».

(Massimo Montanari, La comida como cultura)

Hablemos claro. Recurrir a Google Translator, Deepl o similares para traducir textos gastronómicos o enológicos, es como utilizar en la cocina de un restaurante una Thermomix o un Ninja Foodie (o cualquier otro tipo de olla multifunción o robot de cocina) para cocinar los platillos de la carta, en vez de contratar a un chef profesional. Asimismo, contar con que la traducción de la carta la haga cualquiera que sepa dos idiomas, es como reclutar para dirigir los fogones de un gran restaurante a alguien con buena mano en la cocina, pero sin preparación alguna en hostelería. En ambos casos, es muy probable que, salvo raras excepciones, los resultados que lleguen al comedor no tengan la calidad idónea, y que el cliente termine decepcionado o, al menos, desconcertado.

En la cocina, por ejemplo, la gestión de los tiempos es esencial. No en vano existen escuelas de hostelería. La cocina profesional tiene sus pautas y reglas para que los platos salgan en el orden debido y se elaboren en condiciones óptimas de higiene y manipulación. No es lo mismo preparar en casa una cena para los amigos que gestionar varias comandas con primeros, segundos y postres para diferentes mesas que llegan y piden de forma escalonada. El control adecuado de diversos fogones, tiempos, salazones, puntos, emplatados, etc., es resultado de un arduo aprendizaje y no de una simple «buena mano». En caso de no contar con el personal preparado en cocina, los comensales podrían esperar un largo rato sus pedidos (que quién sabe cómo llegarían) con la consiguiente merma en el placer de la experiencia por muy ricos que estén.

Lo mismo ocurre con la traducción de los textos gastronómicos y enológicos. No hablo solo de las cartas o las recetas, sino también de las fichas de producto, los contratos, las solicitudes de protección por medio de indicaciones geográficas o denominaciones de origen, el etiquetado de alimentos, los folletos de turismo gastronómico o enoturismo, o los textos publicitarios, entre otros tantos documentos de índoles diversas que entran dentro del ámbito de la traducción gastronómica.

traductor gastronómico experto

El lenguaje de la gastronomía y la enología es un lenguaje especializado en grado sumo. El problema es que como todo el mundo come, cocina y disfruta de los diversos productos que cada día llegan a nuestras mesas, son muchos los que creen que poseen los conocimientos precisos para manejar los conceptos adecuados en los diversos idiomas que dominan. ¡Craso error! Ni conocer varias lenguas nos convierte en traductores, ni hablar otros idiomas y saber de comida implica que seamos traductores gastronómicos.

La traducción es una profesión que se estudia y se ejercita, y la traducción gastronómica es una especialidad sustentada en la adquisición de conocimientos específicos en la materia (como todas las especializaciones). Así, del mismo modo que se contrata a un chef para producir unos platos exquisitos que salgan en orden y a su debido tiempo a la mesa, la contratación de un traductor especializado garantiza que los textos obtenidos tendrán la calidad que corresponde a lo que comensales, lectores o interlocutores esperan de una empresa alimentaria que cuida su imagen.

Este último aspecto es uno de los motivos que sustentan con mayor fuerza la pertinencia de recurrir a un traductor gastronómico o enológico debidamente acreditado: está en juego la imagen de la empresa. No solo eso. Si tenemos que traducir textos especializados para solicitar determinadas licencias (uso de especies vegetales protegidas por la UPOV, por ejemplo) o la titularidad de ciertos derechos relacionados con alimentos (protección de secretos comerciales o de fórmulas originales), o bien si tenemos que transponer a otro idioma las fichas de productos y de elaboración de una cadena de establecimientos de la industria alimentaria para mantener la llamada unidad de sabor, los conocimientos especializados, tanto gastronómicos como terminológicos, son indispensables y el conocimiento del traductor que se mueve con soltura y experiencia por esos ámbitos no solo asegura la exactitud de la traducción (¡esencial!), sino que también representa una ayuda y un asesoramiento a la hora de redactar, revisar o adaptar esos textos.

traductor especilizado en enología

Otro aspecto crítico en el ámbito de la traducción gastronómica es el cultural, que hace muy recomendable, por no decir indispensable, buscar a traductores nativos, ya que la alimentación es una de las manifestaciones culturales más evidentes y que la terminología conexa puede cambiar de modo considerable entre países, regiones o, incluso, entre aldeas vecinas. A título de ejemplo, mencionaré algunas diferencias terminológicas entre México y España: en México, el solomillo se llama “filete”, el tomate se llama “jitomate” (ya que para los mexicanos, la palabra «tomate» se refiere a un tipo de tomate verde muy distinto del de España), los batidos se llaman “licuados”, los guisantes son “chícharos”, las judías verdes son “ejotes”, el melocotón se llama “durazno”, y el pavo es el “guajolote”, por solo nombrar algunos. Por consiguiente, además de cumplir con una función lingüística, el traductor gastronómico suele desempeñar el papel de mediador cultural.

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En conclusión, en la traducción de textos sobre alimentos, gastronomía o cocina, además de traspasar el contenido de la lengua original a otro idioma, es esencial tener en cuenta aspectos fundamentales que solo se podrán tratar con capacidades y saberes especializados. Por ende, además de poseer conocimientos considerables sobre las técnicas relacionadas con el mundo de la alimentación y su terminología, el traductor gastronómico abordará cada texto con la mentalidad del especialista, para lo que recurrirá al lenguaje idóneo en cualquier circunstancia, y eso no se refiere únicamente al léxico, sino también a la adecuación al contexto (no es lo mismo traducir una ficha o una solicitud ante la oficina de propiedad intelectual, que una carta o un texto turístico).

Quisiera terminar con un apunte práctico. Por lo general, la contratación de un especialista para la traducción de textos gastronómicos no resulta más onerosa que la de un traductor normal. Por otro lado, si se recurre a un conocido o a Google Translator, puede que la traducción salga gratuita, pero es posible también que arroje resultados hilarantes y ridículos que dejen en muy mal lugar la reputación de la empresa, como esa tasca que anunciaba «She came in a bottle«, para «vino en botella», o el restaurante que ofrecía «lizard, feather or secret of pork» para «el lagarto, la pluma y el secreto del cerdo», o bien la ficha de un queso que confundía «molde» (mould) con «moho» (mould). Al final, los daños a la imagen del establecimiento o del producto pueden salir mucho más caros que la contratación a tiempo de un especialista.